Con la llegada del siglo XVIII
se produce un cambio en la forma de concebir la estética, pues se le atribuye
ser preciosista, bella (el arte como productor principal de belleza) y social (la
supuesta relación entre el arte y la sociedad). Lo estético y el arte adquieren su propia
autonomía, dos de las características propias a la Modernidad.
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''La libertad guiando al pueblo''. Eugène Delacroix, 1830 |
Es así como el pensamiento
ilustrado, a través de la independencia de la estética, sentará las bases del
Romanticismo o Romanticismo temprano alemán. Esta, a su vez, basado en los
principios de la revolución francesa (libertad, fraternidad e igualdad) guiará
al arte como ciencia independiente de fuertes valores filosóficos y artísticos
muy desligados de la realidad objetiva. Es más, la importancia de la unión
entre los valores éticos, la belleza y el arte es tal que produce, no solo el
triunfo de la estética sobre la filosofía y la razón, sino su concepción como una misma filosofía.
Algunos grupos se empiezan a
plantear, como el uso de una poética clásica y normativa, basada en el
dominio de unas concepciones lógicas y racionales que negaban todo elemento de
sorpresa y de innovación en el arte, está quedando obsoleto. Grupos como Sturm and Drang (1770) en Alemania comienzan
a valorar la genialidad de los artistas como seres autónomos y creativos. También
se opusieron a métodos de aprendizaje que implicaran imitación por mermar,
según su criterio, el espíritu libre del
artista.
Esta
concepción del arte como ‘’lo bello’’ no es algo nuevo, viene de antiguo. Los
griegos amaban la proporción, la edad media mantiene ese estatus, pero
agregándole el factor ‘’Dios’’.
El Renacimiento
vuelva a buscar la belleza en el objeto, abandonando el Teocentrismo pero
regresando al método clásico. Luego de un periodo de rebeldía en el Barroco y
el Manierismo, el Romanticismo relaciona lo bello con los sentimientos y lo
extraño.
Hasta
hoy en día.
Como
bien dijo Venturi: ‘’ todos los gustos son de igual valor con respecto a la
realidad del arte’’. Y aquí se encuentra precisamente el problema. A pesar de que, en las etapas anteriores,
como el Romanticismo, se pretendiera que la estética, o en otras palabras, los
criterios que determinan la calidad de la obra artística, fueran libres y
perspicaces al eliminar todo rastro de razón y dejarse dominar por los
sentimientos, lo cierto es que nunca se podrá considerar el arte como 100% libre.
Y esto es porque poseemos un gusto que muchas veces nos nubla a la hora de
realizar el juicio de valor de una obra artística. Es más, estas preferencias
pueden cohibir la voluntad de los
artistas, negando su creatividad y eliminando el arte mismo.
Posiblemente
sea imposible, pero creo que deberíamos buscar un juicio de valor alternativo que
nos permita realizar una crítica lo más objetiva posible pero desde una
posición aún humana.
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