lunes, 10 de abril de 2017

Romanticismo peligroso

Con la llegada del siglo XVIII se produce un cambio en la forma de concebir la estética, pues se le atribuye ser preciosista, bella (el arte como productor principal de belleza) y social (la supuesta relación entre el arte y la sociedad).  Lo estético y el arte adquieren su propia autonomía, dos de las características propias a la Modernidad.
''La libertad guiando al pueblo''.
Eugène Delacroix, 1830
Es así como el pensamiento ilustrado, a través de la independencia de la estética, sentará las bases del Romanticismo o Romanticismo temprano alemán. Esta, a su vez, basado en los principios de la revolución francesa (libertad, fraternidad e igualdad) guiará al arte como ciencia independiente de fuertes valores filosóficos y artísticos muy desligados de la realidad objetiva. Es más, la importancia de la unión entre los valores éticos, la belleza y el arte es tal que produce, no solo el triunfo de la estética sobre la filosofía y la razón, sino su  concepción como una misma filosofía.
Algunos grupos se empiezan a plantear, como el uso de una poética clásica y normativa, basada en el dominio de unas concepciones lógicas y racionales que negaban todo elemento de sorpresa y de innovación en el arte, está quedando obsoleto. Grupos como  Sturm and Drang (1770) en Alemania comienzan a valorar la genialidad de los artistas como seres autónomos y creativos. También se opusieron a métodos de aprendizaje que implicaran imitación por mermar, según su criterio,  el espíritu libre del artista.
Esta concepción del arte como ‘’lo bello’’ no es algo nuevo, viene de antiguo. Los griegos amaban la proporción, la edad media mantiene ese estatus, pero agregándole el factor ‘’Dios’’.
El Renacimiento vuelva a buscar la belleza en el objeto, abandonando el Teocentrismo pero regresando al método clásico. Luego de un periodo de rebeldía en el Barroco y el Manierismo, el Romanticismo relaciona lo bello con los sentimientos y lo extraño.
Hasta hoy en día.
Como bien dijo Venturi: ‘’ todos los gustos son de igual valor con respecto a la realidad del arte’’. Y aquí se encuentra precisamente el problema.  A pesar de que, en las etapas anteriores, como el Romanticismo, se pretendiera que la estética, o en otras palabras, los criterios que determinan la calidad de la obra artística, fueran libres y perspicaces al eliminar todo rastro de razón y dejarse dominar por los sentimientos, lo cierto es que nunca se podrá considerar el arte como 100% libre. Y esto es porque poseemos un gusto que muchas veces nos nubla a la hora de realizar el juicio de valor de una obra artística. Es más, estas preferencias pueden cohibir la voluntad de los  artistas, negando su creatividad y eliminando el arte mismo.
Posiblemente sea imposible, pero creo que deberíamos buscar un juicio de valor alternativo que nos permita realizar una crítica lo más objetiva posible pero desde una posición aún humana.

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